Crónica Debate de clase
El pasado martes 21 de abril se celebró un debate estudiantil en una de las clases de periodismo de primero de Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid. El tema sobre el cual trataba el debate era la sátira y su presencia en los medios de comunicación. Los debatientes estaban divididos en ‘a favor de la sátira’ o ‘en contra de la sátira’. El grupo a favor estaba formado por los estudiantes Carlota Galocha, Gino Pavone y Luis García, con sus respectivos testigos: Irene Bermúdez, Virginia Ruíz y Johanna Torres. Mientras que el grupo en contra contaba con la participación de Guillermo García, Javier Guridi y Mariana Vélez y sus testigos: Albert Florin, Isabel Gallego y Candela Manzano. Como moderador, el debate contó con la presencia de Juan Sánchez.
Para iniciar el debate, los intervinientes iban declarando ante el resto de la clase cuál era su postura ante la sátira en los medios de comunicación. Todo esto servía como una introducción de lo que estaba por llegar. Los intervinientes empezaban a calentar los motores y a lanzarse pullitas entre ellos como ocurrió en contadas ocasiones entre los debatientes Gino y Guillermo.
El grupo a favor defiende que la sátira permite contar ciertas noticias o ciertos hechos que están ‘maquilladas’ y son inocuas. Para ellos la sátira es la vía de escape que tienen los periodistas para mostrar la realidad tal cual es, sin problemas de tener que codificar la información. La sátira es símbolo de cultura, pues solo unos cuantos pueden comprenderla sin sentirse heridos por algunas referencias que hacen. Además, la sátira favorece el pensamiento crítico, lanza juicios de valor ante un acontecimiento. Detrás de esos juicios, hay una argumentación y la pretensión que hay en la sátira es que el espectador se cuestione por qué las cosas son así.
Por otro lado, el grupo en contra de la sátira defendía el hecho de que ha de ser considerada una burla para los ciudadanos por su carácter dañino. Cuando se defiende esa sátira, no se defiende la libertad de expresión. La sátira banaliza, desprestigia temas tan importantes o sistemas y estructuras como puede ser la democracia.
Tras esta breve presentación de ambas posturas, el moderador dio paso a la primera pregunta de si los intervinientes consideraban la sátira entretenimiento o información. Carlota defendía que pese a que la sátira en ocasiones puede resultar dañina, uno no puede poner un límite o una censura ante un tema determinado, porque el daño que se hace es personal y a cada uno le afecta de una forma u otra. De esta forma se censurarían numerosos temas y esto conllevaría a la censura de la libertad de expresión. Guillermo, por su parte, expresaba su postura contraria ante lo que exponía Carlota, diciendo así que vivir en democracia significa respeto y poner censura a la sátira no es algo malo.
Más adelante, Mariana reprochaba el hecho de que la sátira venga acompañada de una ideología política y de que sea antisistema, citando al periodista y humorista Wyoming como ejemplo. Gino, a favor de la sátira, le respondió a su compañera diciendo que la sátira no es antisistema, es la que garantiza el buen funcionamiento de ese sistema. De hecho, el participante se envalentonó tanto como para llamar neofascistas a sus compañeros de debate del grupo en contra de la sátira.
El moderador tras poner orden en el debate en el que se habían comenzado a leer artículos de la Constitución Española, dio paso a un nuevo tema sobre el que opinar y la interviniente Mariana comenzó a aludir a varias figuras del mundo periodístico tales como el inglés Stewart o el español Arturo Valls en Caiga Quien Caiga (CQC), cuya labor como humoristas es confundida con la profesión de periodista, haciendo que el público no sepa diferenciar entre información y entretenimiento.
En el debate surgieron temas como el polémico Charlie Hebdo, el cual Guillermo no cree que tenga nada positivo, lo cual apoyó su compañero Guridi.
Tras este preludio, el moderador dio paso a la presentación de los testigos de cada interviniente. El primer testigo fue Virginia Ruíz, cuyo papel era una doctora licenciada en Comunicación Audiovisual y con un Máster en Periodismo. Gino era el interviniente que debía continuar y detallar más lo que dijese su testigo, pero decidió hacer una intervención totalmente distinta, pues en un momento previo a la intervención de su testigo no había podido hablar y no quería quedarse con la palabra en la boca. De esta forma preguntó a sus compañeros si eran ignorantes o ultraderechistas, provocando un murmullo general en la sala y la queja de sus compañeros de debate por alusión.
Durante el resto del debate continuaron las apariciones de los testigos, aportando una mayor información sobre los hechos que se estaban tratando. Estos trataban sobre temas polémicos como política o religión, entre otros. Al final del debate el moderador permitió al público lanzar sus preguntas a un bando u otro y pese a la timidez de los alumnos, hubo algunos que se atrevieron a comentar sus opiniones con respecto a alguno de los temas del debate.
Cristina Robledo